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Reflexión viernes Santo: Los crucificados
- 10 abril, 2020
- Posted by: Janny Eugenia Cantillana Novoa
- Category: Noticias

Jesús murió en la cruz.
Desde ese momento y con la proclamación de los primeros cristianos que decían que ese que había muerto en la cruz, había resucitado y era el Mesías, se extendió el mensaje a todo el mundo.
Hoy, muchos estamos en ese sendero de vida y fe, teniendo en cuenta que esa cruz y esa creencia han sido tomadas por diversas ideologías y manipuladas por muchas organizaciones e instituciones, de las cuales también la Iglesia ha formado parte.
Decimos que Jesús vuelve a morir en la cruz y más de uno puede rezarle a la cruz de madera o porcelana que representa el hecho, pero dejar de lado al crucificado que vive o habita en nuestra ciudad, pueblo, barrio o familia.
Y la pregunta surge inmediatamente: ¿quiénes pueden ser?
Los crucificados por nuestros prejuicios: cuando la acción de otra persona, la actitud de alguien que conocemos no corresponde a nuestra forma de pensar; inmediatamente juzgamos y señalamos con el dedo: “¡cómo pudo hacer eso!, es algo inconcebible…! Crucificamos sin más, no nos molestamos en ubicarnos en su lugar o posición y acercarnos para acompañar o preguntar.
Los crucificados por ser ancianos: la sociedad de consumo hace que los que no sirven al sistema de ganancias, sean descartados. Como cuando vamos a comprar una bebida o gaseosa y la botella dice descartable: se compra, se usa y se tira; así con el ser humano: mientras dure su compatibilidad de dar ganancias sirve, una vez que ya no puede más, se lo tira, abandona o mata.
Los crucificados por vivir en un lugar “peligroso”: los que están en barriadas de peligro, los que están en poblaciones en donde las habitaciones están pegadas unas a otras, los que viven en comunas “desprotegidas”. Son estigmatizadas como peligrosas a las cuales es mejor no ir ni aparecer porque pueden suceder situaciones imponderables.
Los crucificados por la elección del género: los que no son comunes o son “raros” o “raras”, que no tienen la forma que la mayoría tenemos, que son homosexuales, trans u otra forma, pero que no aceptamos o ni siquiera miramos.
Las crucificadas por ser mujeres: aún quedan en el mundo y en el país situaciones donde la mujer solo es un uso de satisfacción y consumo, ocupa un lugar secundario en todas las decisiones de vida; se siguen sacrificando sus vidas como si nada valieran o nada supieran.
Los crucificados niños inocentes: muchos siguen naciendo sin tener un hogar adecuado o digno para vivir, están mal alimentados, desnutridos e incapaces de poder avanzar en su vida. Algunos de ellos o ellas están en la guerra, o en el mundo de la droga, del comercio de la prostitución, del mercado de compra y venta de personas. Sin poder ni siquiera decir una palabra para decidir qué hacer con su vida.
Los crucificados por la falta de trabajo: que diariamente viven con lo que hacen durante el día y si no lo pueden realizar, ese día no comen. Mendigan su comida o se abandonan a cualquier forma de vicio que los pueda evadir de una realidad siempre dura, ingrata y desagradable.
Los crucificados por el coronavirus: en la pandemia hay quienes están condenados a no tener trabajos, a no saber qué ocurrirá dentro de 3 meses, que se le terminaron los recursos del seguro de cesantía, que no pueden pagar sus servicios de salud, que las organizaciones comerciales a cargo de las jubilaciones le cierran toda posibilidad de futuro. Que cuando vuelva la normalidad no tendrán ni trabajo, ni ahorros, ni salud, ni futuro.
Los crucificados dentro de la Iglesia porque piensan diferente: como no recordar a los curas obreros que impulsados por la vivencia más coherente y radical del evangelio, dejaban las comodidades de la parroquia, del colegio, de lo institucional y se embarcaban en el trabajo cotidiano en un lugar como cualquier otro, cumpliendo un horario y cobrando como cualquier otro trabajador; como no recordar a los teólogos de la liberación marcados como marxistas porque estaban al lado de los pobres y marginados de la sociedad y que fueron silenciados y perseguidos por decir que debíamos, en la Iglesia, ser más humildes y serviciales, menos oligarcas y depredadores de mensaje de Jesús; finalmente como no traer a la memoria tantas personas que han derramado su sangre en estas tierras anunciando la verdad del resucitado, simplemente porque decían que debía haber más justicia hacia los menos favorecidos.
La cruz está presente en la vida cotidiana, sigue denunciando a los poderosos Herodes que viven en la opulencia sin preocuparse de los más necesitados, sigue denunciando a los Pilatos que se lavan las manos en la miseria del pueblo trabajador sin que les toque la conciencia el hecho de matar al inocente, sigue denunciando a los fariseos y escribas que en su hipocresía educan a un pueblo creyente en la ignorancia teológica que les permite predicar un Dios acomodado a sus criterios personales, sigue denunciando a los Barrabás, que aun cuando están cerca de la salvación, la rechazan porque la sociedad en donde habitan lo adulan con una fama aparente y transitoria.
La cruz, la muerte y el silencio del sepulcro, es la historia de todo ser humano, por la cual el Nazareno también pasó.
Que besando a la imagen que está en la cruz de madera, seamos capaces de abrazar al ser humano que está en la cruz de la marginación, el dolor, el abandono, la angustia, la desesperación… porque el camino de la Iglesia es el hombre y la mujer viviente.
VIERNES SANTO 2020
Reflexión de Darío Oroño. Salesiano Cooperador
Comunidad Ceferino Namuncurá de Coyhaique.